miércoles, 16 de marzo de 2011

Wow.

Tenía ganas de un cambio, y quizá me he pasado un poco. La verdad es que impacta bastante la diferencia. El otro blog parecía más chiquitillo, con pocos rincones. Cuando el fondo es negro es como que es mucho más grande, inalcanzable, como si no acabara nunca. Me gusta cómo está por el momento. He guardado una imagen del blog antiguo para recordarlo:

sábado, 5 de marzo de 2011

Gritando al mundo

Voy a escribir todo lo que dicten mis manos. Y si una frase no me gusta, la voy a dejar al aire. Porque lo escrito, escrito está, y si no quiero seguirlo, no voy a hacerlo. Y no quiero que me pregunten, por favor. Lo pido de corazón. No me preguntéis. Lo escribo porque lo necesito escupir.
Yo soy como soy. Me han llamado muchas cosas, me han insultado más veces que halagado y me han juzgado erróneamente siempre. Y yo me pregunto si realmente sé quién soy y qué quiero. I mean, nadie puede jactarse de que me conoce.
Tengo muy claro que no tengo nada claro. Que me aferro a algo y lo afirmo con rotundidad, cuando 
No recuerdo bien cómo empezó; es de esas cosas que se olvidan porque parece que lo hayas pensado desde siempre. El caso es que yo quería ser escritora. Lo afirmaba rotundamente. Y así fui creciendo.
Y escribí. Y seguí escribiendo, pero llegó un momento en que me dije, ¿de verdad sirvo para esto? ¿De verdad vale la pena? A veces siento que mi cerebro no da abasto, que no es compatible con la imaginación y la originalidad. ¿Dónde ha quedado mi instinto? ¿Por qué parece que no doy fruto? Necesito algo, necesito algo, y por más que me lo repito no lo encuentro. Algo falla...
Y me siento feliz con los placeres de la vida, pero me siento impotente al ver que no lo consigo. Y lo intento, de verdad que lo intento.
A veces tengo la impresión de que todo podría solucionarse si cogiera el primer avión que encontrara y me fuera de una vez por todas allí. Tampoco sé por qué, ni desde cuándo. Sólo sé que es una necesidad física, que me tortura por dentro. No sé qué hay, no sé qué encontraría, sólo sé que tengo que ir. Allí estoy yo. Y es extraño, no recuerdo haber oído a nadie hablar sobre ello, no recuerdo a nadie haberlo nombrado. Pero ahí está el sentimiento. No es lo que es ni lo que hay, es lo que representa para mí. Es un símbolo, un anhelo, una tortura que me hace estallar.
Ardo en deseos. Pero a la hora de la verdad me echo atrás. Me preguntan si es miedo. No, no es miedo. Es... cansancio, indecisión, entusiasmo, incredulidad, la memoria del pasado y la gran maleta que llevo cargada a la espalda... y es demasiado. Luego me reprocho el haberme echado atrás. Porque en realidad quiero, quiero, quiero con todas mis fuerzas, pero luego el sentimiento se disipa. Todo se remonta a ese momento y la memoria me duele. Porque siempre he sido igual de tonta. Soy difícil y me compadezco del que intente acercarse a mí.
Creo que estoy asustada. Me gustan las olivas verdes, como a mi hermana, y a veces su sombra es 
Yo tendría que haber sido lista, inteligente, espabilada y rápida. Al menos eso es lo que esperan. 
Y luego soy imbécil, y la gente se decepciona. Lo sé. Se nota en los ojos. Piensan que me conocen y no es cierto. Y yo tampoco les conozco. Tan cercanos y tan desconocidos. Me parece muy triste, porque podríamos haber compartido muchas cosas. Pero ya es tarde, hay otras personas que han sustituido mi papel y ya no podrá ser como antes. Aunque finja que no me importa, luego sí. ¿O no? 
Sólo quiero que quienquiera que lo esté leyendo sepa que
No importa. Sólo quiero ser feliz. Pero es un puzzle muy grande que me va a costar resolver toda la vida. ¿Y por qué? Por qué es la pregunta, la que siempre se hace todo el mundo.
Estoy hecha de odio. Y cuando odio, quemo. A veces me parece increíble saber a lo que es capaz la gente. Pero increíble de asco, de asco y de dolor, de tristeza, de desesperación. Dime, ¿dónde está el amor? ¿Dónde coño está? Porque yo no lo sé. Hay tanto por hacer en esta mierda de mundo que a veces pienso que no voy a ser capaz de vivir en paz hasta que salve el mundo. Pero eso no es ni imposible ni posible. Es algo que no está en mis manos, si no en las de cada ser viviente de esta mierda de planeta.
Que en realidad, es un mundo donde vale la pena vivir, mientras exista un poco de compasión, amor y amistad. En realidad amo la vida.
Un pequeño detalle: se me rompe el corazón con los pequeños detalles. De verdad que se me rompe. Y me siento tan triste que pienso que jamás volveré a ser feliz y que me ahogaré en tantas lágrimas. Luego recuerdo y ya no puedo aguantarme. Hacía tiempo que no lo pensaba, pero ahora es imposible evitarlo. Supongo que es de esas cosas que se llevan encima toda la vida.
Y entonces me rebelo y digo que nadie lo sabrá nunca, que tendré un pez que se llamará Bigotes y un gato que se llamará Jazz, que pintaré mi casa y la llenaré de fotos y nadie, nadie, nadie, nadie, nadie
La lucha interna me mata. Curiosamente sólo se desata por la noche. Luego soy feliz, siempre. Y me siento afortunada, me siento genial, como si no necesitara nada. Pero luego, ¡no es eso! ¡Porque vuelvo a estar así! ¡Parece que nunca se acaba! Y sí, queridos, eso es la adolescencia. Pero hay algo más.

El 15 de octubre ocurrió algo horrible que no olvidaré jamás. Lo que pasó podría haberle sucedido a cualquier otra persona. ¡Tengo miedo de que ahora te suceda a ti! Tengo miedo a volver a caer. 

Te quiero aunque no estés viva.