domingo, 5 de junio de 2011

Alzhéimer

María Antonia, en otro tiempo, había sido una mujer valiente.

Nació cuando nadie quería otra boca a la que alimentar. “Esta niña morirá antes de cumplir un año”. Pero lo cumplió, a pesar de todos los factores que iban en su contra. Creció entre la miseria, luchando silenciosamente contra el hambre y la soledad, convirtiéndose en una chica de mirada profunda y costillas marcadas. A su paso susurraban: “pobre chica. Lo mejor habría sido dejarla morir”.
Le habría gustado ser niña, pero la muerte estaba demasiado presente en su vida. 
Desconfiaba hasta de sus hermanos  y se lanzaba detrás de cualquier trozo de comida como un perro hambriento. Tiraba piedras a los hombres que se llevaban los soldados, miraba a los demás con un odio terrible y nunca hablaba con nadie. Con quince años ya era una mujer, y empezó a cuidar de los suyos. Ya se habían rendido, y ello solo había servido para darle más fuerzas. Pero aun así murieron y la dejaron sola. Dirigió su ira hacia los soldados y dejó de tirar piedras.

Un día María Antonia conoció a su Manolo, republicano, y tuvo que dejarlo todo para huir con él. Pero la atraparon y torturaron para que dijera su ubicación, y ella, con su voluntad férrea, logró resistirse. Manolo y grupo organizaron una incursión y lograron rescatarla, pero tuvieron que irse a Francia juntos. Allí María Antonia parió a su primer hijo, y ambos rozaron el frío aliento de la muerte. Pero hacía falta algo más que eso para derribar a María Antonia, y, como suele decirse, de tal palo tal astilla.
Juntos siguieron adelante, incluso cuando Manolo fue capturado y fusilado. Viuda y con un hijo a su cargo, pasó el tiempo mientras luchaban por la supervivencia. La posguerra fue dura, pero ella estaba acostumbrada a las penurias.
Llegaron tiempos mejores y por fin pudieron volver a la antigua casa de María Antonia, aunque ya no era el mismo lugar. Consiguieron trabajo, y juntos empezaron a reconstruir sus vidas. Su hijo se casó y pronto le dio nietos. Pero María Antonia seguía atrapada en el recuerdo de esas mismas calles llenas de terror, huyendo de las sombras con su Manolo.


María Antonia, en otro tiempo, fue valiente, pero eso ya no lo sabe. 
Ahora ya no se acuerda de las piedras que tiraba cuando era pequeña, ni del hambre ni del miedo. 
Ya no se acuerda de su Manolo. 

María Antonia vive en la planta baja de la residencia, y hace ya meses que no ve el Sol. Dicen que está demasiado enferma como para ello. María Antonia ya no se aguanta el pis. Tampoco logra pronunciar una frase entera. 
María Antonia ya no es María Antonia, y nadie se acuerda ya de esa muchacha valiente. Ahora solo la miran con tristeza mientras esperan el día de su muerte.