viernes, 26 de agosto de 2011

Pensamientos en voz alta



Trata de encontrar las palabras exactas para hacerle justicia a esa sensación que invade su interior. Tiene una carta, desgastada por el paso del tiempo en sus manos. La ha leído y releído varias veces, prestando atención a cada línea y descifrando la complicada letra que ha sido escrita por el puño de un joven enamorado. Habla de su viaje, de su melancolía y las ganas de estar con su amor. Habla de días pasados bajo la lluvia, de recuerdos guardados celosamente en su mente como fotogramas, que se repiten una y otra vez en su mente mientras transcurre el tiempo y el paisaje cambia ante sus ojos. Cada segundo que pasa está más cerca de volver junto a ella... Habla del amor, del amor como una flor de primavera que se debe cuidar y mimar. No de esa flor de invierno, que nace marchita. Ni de la de otoño, que pronto cae, ¡o la de verano, que se seca! Habla de una primavera perenne que está en sus corazones, dibujando un puente entre mares. Delicada, tierna, cariñosa, pasional a la vez... preciosa. Habla de la vida y la muerte, enlaza con cuidado unas palabras con otras y las plasma sobre el papel.
Deja de leer y las lágrimas afloran a sus ojos, con conmoción al descubrir ese amor que creía inexistente. Conoce el hombre mayor en que se convirtió aquel joven, pero no lo reconoce. ¿Qué le ha pasado para haber cambiado de aquella manera? ¿Dónde está la delicadeza con que escribía esas palabras? Su rostro se ha endurecido y no da muestras de cariño. Años hace que la flor de primavera fue arrancada de raíz, y no queda ni rastro de ella. Por qué, se pregunta, por qué el tiempo ha actuado de esta manera sobre él.
De pronto, llaman a gritos su nombre. Escucha con atención y se da cuenta de que es la mujer que antes recibía esas cartas. Tampoco quedaba rastro de esa joven: parece imposible que tiempo atrás las hubiera esperado con impaciencia. El rencor nubla sus palabras cuando habla de él, y parece que haya olvidado por completo los tiempos pasados.
Pero sigue llamando, y la persona que posee las cartas no sabe qué hacer. Se siente como si tuviera un gran secreto entre las manos, algo muy delicado que en cualquier momento podría romperse y desaparecer. Siente una profunda pena e intenta luchar contra ella. Se queda en silencio, pensando en los que siempre han sido sus padres y por primera vez, los ve simplemente como unos enamorados que ya no existen. Lucha por contener las lágrimas, y guarda las cartas en un lugar seguro.
Se pregunta si todas las historias bonitas deben tener un final.