Oh, Churchill...
Oh, Churchill.
Tu nombre sabe a frío, a nieve, a belleza y azúcar. A desconcierto, maravillas, gigantes de nieve. Oh, Churchill... Muero por pisar tus campos de hielo, por estirarme sobre la fría tundra y avistar de cerca la bellísima fauna que te habita. Churchill, oh, Churchill... Tu nombre me sabe a gloria. A delicias, a sonrisas, a felicidad infinita. A desiertos de frío, gólems de deseo, inuits fascinantes... Experiencias conmovedoras, lágrimas de euforia. Oh, Churchill... Cógeme en tus brazos, soy tu hija y fiel seguidora. Déjame volver a mi verdadero hogar, déjame abrazarte con ternura. Churchill..., te amo con locura. Quiero morder cada pedazo de hielo, quiero gritar a los cuatro vientos y experimentar el frío que hiela los huesos. Ver la luz que alumbra mi mente, ver la aurora que se extiende, como un manto, sobre un infinito de ilusiones... Un manto que cubre cada día mis sueños, que los hace pedacitos y los deja volar. Churchill, oh, Churchill... Quiero ser contigo un único ser, quiero abandonar y tener todo por ti. Ven a mi regazo, deja que te acaricie y disfrute de mi alma. Quiero encontrarme contigo de una vez por todas. Deshacerme en ilusiones que cada día se quiebran más no sirve de nada..., necesito tocarte, plasmarte en el papel, sentir que eres mi verdadero hogar y el lugar al que pertenezco. Churchill, oh, cógeme en tus brazos y llévame lejos de aquí. Hazme sentir que la vida es inmensa, preciosa y bella, haz realidad mis sueños y acude a mi inspiración. Tengo un rumbo, y tú eres mi navío. Naveguemos por los mares de la euforia y cantemos sonrisas... Eres mi vela en el corazón, más avivada que nunca. Tu frío mantiene la llama caliente, no dejes que se apague, Churchill... Cógeme de la mano y volemos, abrázame y bésame, te corresponderé con la ternura más infinita que existe. Deja que te ame, Churchill.
Oh, Churchill...,
Oh, Churchill.
Déjame ir a mi hogar, mi pequeño pueblo de los sueños.
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