domingo, 3 de abril de 2011

Momentos con sabor

A veces las personas que están a mi alrededor me sorprenden. Tienen en cuenta algunos detalles sobre mí justo en un momento en que ya no me sirven, y me da muchísima pena, pero a la vez me parece muy bonito. Cada vez que me sucede, se me sobrecoge el corazón y experimento una extraña sensación: una mezcla de agradecimiento, tristeza inconsolable, alegría y risa. Me gusta cuando sucede, pero me apena mucho. Además, siempre que me pasa algo así, me acuerdo de todas las demás veces que me ha pasado. Es extraño, por lo que he recopilado algunas anécdotas que me han hecho experimentar esa sensación:


De pescadillas  
Letra en cursiva: mi madre. Letra normal: yo. 
-No me gusta este pescado.

-Entonces dime cuál te gusta y te lo compraré, ¡si no, no sé qué te gusta!

-Pues no sé cómo se llama, pero son unos pescaditos muy pequeños, arrebozados, de esos que se puede morder la cola... ¡Están muy buenos! 
Al día siguiente me trajo una pescadilla, enorme. 
-¡Mamá! ¡Pero si es gigante! Yo te dije que me gustaban los pescaditos pequeños, ¡y arrebozados!

-Dijiste que te gustaba que se mordiera la cola, así que pensé que te referías a este. ¡Lo he cocinado todo el rato vigilando que no se le escapara la cola de la boca, porque así es como te gusta! 
Yo me refería a que me gustaban los que tenían la cola tan arrebozada que quedaba crujiente y comestible.
Me dio pena por la pescadilla, por el detalle que había tenido mi madre al cocinarlo con esmero "para que no se le escapara la cola de la boca", el no comer mis pescaditos,... ¡Todo un torrente de emociones! Lo único que pude hacer fue echarme a reír y decir ¡pobre pescadilla! La verdad es que me horrorizó verla con aquella cara de sufrimiento y la cola metida en la boca.

De la nonna  
En la casa donde estoy viviendo ahora -en Italia-, vive también una abuela, la nonna. Casi nunca habla mucho, no suele dar su opinión. Resulta que yo siempre bebo en un vaso pequeñito, muy mono, que tiene un dibujo negro y azul de un gato espachurrado y unas letras que dicen "Oh la lá". La nonna se fijó en ese detalle y me preguntó que por qué lo cogía siempre, así que le respondí que me gustaba mucho. 
Al día siguiente, me llamó para ir a comer y vi el vaso de Oh la lá en la mesa. Pensé que estaba sucio, así que lo puse en el lavavajillas y cogí un vaso limpio cualquiera para beber. Al acabar, la nonna me preguntó que por qué no lo había cogido. Le dije que pensaba que estaba sucio, ella se rió y me dijo que lo había lavado expresamente para mí. ¡Ése sí que fue un momentazo!

¿Ya sabéis a qué momentos me refiero? Son esas chorraditas que me parecen tan grandes y me parten el corazón.


PD: He (re)remodelado el blog. Creo que me quedo con éste. El anterior no me cuadraba, y al final he acabado con un estilo similar al de hpk y s1969.

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